martes, 10 de noviembre de 2015

Sus ojos

No sé a dónde mis pasos me conducen.
Oscuridad. 
Pero sé que camino, y que al caminar
levanto
remolinos de polvo.
Estoy vivo.
Dudo, vacilo,  imploro clemencia
a los dioses a los que nunca he rezado.
¿Estoy vivo?
¿Duerme el gigante de roca que me sueña
o soy yo quien dirige esta función que sin cesar se repite?
Si fui, si tuve,
fue en sus ojos, y se han cerrado para siempre,
¿Me oís? ¡Para siempre!
Camino y tropiezo, claro,
es esa piedra que tan bien conozco.
Estoy vivo...
Creo...
Quizás...
Sin embargo...
Los hombres decían que estaba loco,
pero entonces yo era Señor del Universo.
Entonces ella vino, más bien sus ojos vinieron,
y me hablaron con amor: "Mi corazón late por ti", susurraron, 
y las luces de la habitación se hicieron tenues.
Sólo había espacio para ellos; en su brillar, 
al fondo de la pupila, vi la Esperanza; confundíla con la Compasión. 
En cuanto pude salir de allí la abandoné con sus grandes ojos
inundados de lágrimas y su cofia de enfermera.
Nunca supe quién era,
pero entonces tampoco sabía quién era yo...
¿Lo sé ahora? 
Tampoco sé a dónde mis pasos me conducen. 
Oscuridad.
Estoy vivo...
Creo...
Quizás...
Puedo veros, ahí al otro lado, anhelando darme calor.
En esta fogata humana de abrazos, hermanos, arderé
y, de este modo, no siendo, seré. 
¿Abrirá ella sus ojos para llorar por mí, 
siquiera fuera
por postrera vez?




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